Estábamos todos juntos, como encerrados, esperando el momento
para gritar, pero no había nadie en el escenario. Nos dimos la vuelta
resignados, pero con una sensación extraña, sabíamos que algo podría suceder en
cualquier momento.
No sé quién empezó, pero nos contagiamos uno a uno, fue
increíble, nos miramos, y sin hablar empezamos a caminar, primer de forma
lenta, y poco a poco fuimos trotando.
En cuanto empezamos a correr todo se transformó, a medida
que me esforzaba más iba perdiendo la ropa y veía cómo salían plumas de mi
propia piel, no podría imaginar lo que sucedería minutos después.
Algunos cayeron agotados, exhaustos del esfuerzo, pero nos
ayudábamos para levantarnos y continuar, y cada vez con más ansia, como si la
vida estuviera a pocos kilómetros, ni siquiera podía mirar el cielo negro que
se cernía sobre todos los que seguíamos intentándolo…
Llegó un momento clave, las fuerzas comenzaron a
multiplicarse, y las plumas cubrían ya nuestros cuerpos como si fuéramos
pájaros gigantes, los brazos pasaron a ser una especie de alas que nos daban un
impulso increíble, no éramos capaces de distraer la mirada, sólo seguir en el
empeño, que parecía cercano, cada vez más.
Pude ver cómo algunos compañeros empezaron a flotar, otros
daban saltos gigantes, yo ya me mantenía en el aire durante unos segundos, pero
al caer volvía a correr cada vez mejor, cada segundo más rápido, nunca miré
hacia atrás.
Y de repente, empezaron a volar los que iban en la parte
delantera del grupo, inmediatamente y para mi sorpresa ya no pisaba el suelo,
mi velocidad era incalculable, impulsado ya por mis largas y esbeltas alas, de
un magistral pelaje, yo era capaz de volar, de subir al cielo sin esfuerzo
aparente.
Mientras todo esto sucedía, no podíamos hablar, lo único que
se escuchaban eran gritos de sorpresa.
Pronto fuimos alineándonos en forma de cuña, cual verdaderas
aves emigrando, cada uno en su posición, ocupando un cielo donde empezaba a salir
el astro rey, un sol que inundaba todo, y que era imposible de mirar
directamente debido a la intensidad con la que brillaba.
No sabemos dónde vamos, ni sabemos qué está sucediendo, pero
seguimos con rumbo fijo al infinito desde entonces, con la mirada en el
horizonte y en perfecta formación.
Lo que sí sabemos es que lo vamos a lograr.