- Su manual para vivir aún no está impreso, siéntese unos minutos a reflexionar...
Tratando de arrancar los grilletes y las anclas de gran tonelaje, el peso que no te deja vivir y te amarra firmemente al tú que ya no eres, pero que te persigue en medio de la lenta meseta porque anda viviendo en tí desde hace todo este tiempo, y ansía perpetuarse como si nada ni nadie lo pudiese perturbar. Y en el centro, nunca tímido, el sol, intentando alumbrar algo que de oscuro da miedo.
Caras sonrientes y alegres para la comedia más grande del mundo, la felicidad fingida como un arte de vivir, quizá en pesadumbre, pero sin arriesgar un ápice por no caer de rodillas y llorar como ha de ser.
Pero los robots no fueron capaces de mejorar esta versión y se limitaron a imitar a los humanos, cuando la diferencia a veces es menos perceptible de lo que nadie pudiese imaginar.
Aparecen caras sonrientes en las fiestas de los otros para aparentar una intranquilidad que relaje a su corazón, que no le deje pensar en lo impensable, para tachar algo que nadie puede ocultar.
En cada tiempo de invierno se puede aparentar un verano frío, cada vida que pasa sin llanto era otra comida sin sabor, aquella que apenas llega a distinguirse en el campo de cereales, caminando gris por la muerta meseta.
Cuánto tiempo para decidir nada de nada, cuanto espacio y tiempo perdido en nada elegante, regresando y volviendo a la triste estampa que apaga el fuego más fiero, la sonrisa vacía que no es capaz de llorar y se debate entre lo poco y lo ínfimo.
- Gracias, aquí me quedo...
1 comentario:
Ahora, la sonrisa no está vacía... es capaz de llorar
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