viernes, febrero 22

Con las gafas milagrosas


Llegaste para hacer del camino una vereda.
Quitando el asfalto abrasador para dejar una senda libre de hormigón y del sucio aceite de coches mezclado con el polvo.


Ahora veo arbustos que sueñan con crecer y vendrán a difultar nuestro andar.


Caminantes con destino a cualquier parte, a la misma hora en que perdimos el tren más rápido.


En ocasiones me engullen las ansias de correr y volar para ver el sendero desde el aire, pero no veo más que tu pelo enredado en el mío, que sigue enmarañando la ruta una vez más.
Se acercan días de lluvia para que podamos beber el agua que regalan las nubes.
Se acerca la realidad para verla de frente sin las gafas milagrosas que me has regalado...


Pero no cabe aquí la esperanza del sol eterno que va a sacudir todos los momentos planos por los que he cabalgado con mi montura especial, durante todo este tiempo el desierto no hace más que alejarse y se me antoja una nube transparente pero cargada de agua que empapará mi rostro una vez más.


Degustaré una vez más el sabroso frescor de los campos mojados con la lluvia insistente de febrero, promesa de primavera que se hará poesía en las flores que están por llegar.


Y así hasta que la luna lo cubra todo con su tenue brillo, con la intensidad justa para verte, pero sin hacer daño a tus tiernos ojos.


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