Estaba escondido en un rincón del mundo y no quería dar el salto, ni anticiparse, de hecho se retrasó demasiado.
En mi desconsuelo pensé que no llegaba nunca, no sabía si llorar o precipitarme y salir a buscarla, yo sabía que llegaría pero no cuándo. Ignorante pensé quizá era un castigo a mis desatinos, quizá una llamada de atención, pero me estaba carcomiendo por dentro, ¿por qué no vienes? ¿qué hice yo para que marcharas?...
Pasaban los días, las tardes y las noches, y el sol seguía siendo testigo brillante de ese tiempo muerto, que arrancaba la planta de la tierra, y daba sed allí por donde miraba.
Era un largo tiempo que tenía que terminar, por lo menos avanzar que no sería así para siempre, y terminar la especulación, arrancar de cuajo estos días de la marmota.
Verdaderamente llegué a pensar que no te volvería a ver, pero justo cuando menos lo esperaba, llegaste, te hiciste notar, salvaje y rápida.
Con toda la fuerza de quien quiere desea, fuiste pintando de blanco todas las alturas, y creando la magia que sólo tú posees.
Sembrando el futuro de una vida que no cesa, con tu frío y furia implícitas.
Y me llamaste al encuentro para saludarme, para golpear mi cara como siempre has hecho, con la intensidad que te espero, y así fue y será mientras tú quieras, porque el regalo más grande siempre es inesperado, y en esta temporada te he anhelado como nunca, si cabe más, ahora no es tiempo de que te vayas, déjame por un momento más vivirte y guardarte para siempre, hasta que quieras volver a aparecer, que lo harás, cuando más te plazca, cuando sea el momento.
Y cubriste copo a copo nuevamente todas las alturas para reinar.